jueves, 30 de mayo de 2013

Bulimarexia, adelgazamiento masoquista, trastorno del comedor nocturno, atracones de alcohol, adicción a la comida.

Hasta hace unos años los trastornos de la alimentación descritos se circunscribían a ingerir demasiada comida o a comer de forma insuficiente, pero ahora la variedad de problemas relacionados con la dieta que tratan los profesionales de la salud y se van incorporando a los manuales médicos, se han multiplicado.

Desde el Instituto de Obesidad (IOB) alertan sobre los riesgos de la ‘drunkorexia’, un nuevo trastorno alimenticio que mezcla la anorexia y el abuso de alcohol, y que consiste en remplazar las calorías de la comida por las que aportan las bebidas.

Los especialistas del IOB explican que la ‘drunkorexia’ se está extendiendo entre los jóvenes, que deciden no ingerir alimentos para poder beber alcohol creyendo que así no aumentarán de peso. El nombre de este desorden viene determinado por el término inglés “drunk” (estar bebido) y por el sufijo “orexia” (apetito), añaden.

“Otro trastorno relacionado con la bebida, es el ‘binge drinking ‘o atracón de alcohol, que ocurre cuando un varón consume más de seis copas o una mujer más de cuatro, en menos de tres horas, para ponerse a tono”, según el doctor Francisco Camarelles, de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc).

Cada vez más

Según informa la cadena BBC británica, entre los cambios más importantes que presenta la quinta edición del Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Enfermedades Mentales que se publica en 2013, está el que, por primera vez, los psiquiatras acreditan la adicción a la comida como una enfermedad mental real.

Así, la compulsión por comer será oficialmente reconocida en la denominada “biblia de los psiquiatras”, que edita la Asociación Psiquiátrica Estadounidense (APA) y es uno de los manuales de referencia más influyentes en el mundo para diagnosticar enfermedades de la psique.

También el Instituto Tomás Pascual Sanz (ITPS) y la Fundación Instituto de Trastornos Alimentarios (FITA) en España, han publicado un manual sobre los trastornos de la conducta alimentaria (TCAs).

Para estos expertos los denominados TCAs incluyen, no sólo los conocidos bulimia y anorexia, sino un abanico de enfermedades muy complejas con riesgo de cronificación, que afectan a la calidad de vida de quienes las sufren y a las personas de su entorno.

“Estas conductas son cada vez más frecuentes. Nuestro ritmo de vida actual, reñido con buenas pautas alimentarias, y los modelos estéticos, nos precipitan a una situación cada vez más grave y difícil”, según Antonio Villarino Ruiz, catedrático de Bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid, que en uno de los capítulos del libro repasa una serie de TCAs emergentes.

Según este experto, estos desórdenes, a veces originados en el culto a la perfección del cuerpo y la búsqueda de la salud total, “suelen estar “subdiagnosticados”, pasar inadvertidos para el individuo y quedar sin identificar por parte de la sociedad, pero siempre conllevan un desequilibrio psicológico en el afectado”.

Con la comida no se juega

En los últimos años se están produciendo cambios en los Trastornos de Conducta Alimentaria: los trastornos por atracón y las formas bulímicas están aumentando y existe mucha migración diagnóstica, “lo que significa que una paciente que empezó siendo anoréxica de jovencita, hoy se ha convertido en bulímica”, explica Ferre.

En el siglo XXI, los TCA se están haciendo crónicos, con un aumento de las formas impulsivas. ¿Causas? “Aunque siempre se ha dado valor extremo a la presión social que asocia delgadez a éxito, hoy sabemos que existe una base biológica muy clara situada en la corteza orbitofrontal, la zona del cerebro donde se ubican también las alteraciones relacionadas con las adicciones”, explica el experto. La impulsividad está centrada en esa misma zona. Pero como casi todo en medicina, la raíz del problema reside probablemente en una interacción entre lo ambiental y lo genético.

Los fármacos, la psicoterapia y la educación nutricional son tres pilares básicos y complementarios para tratar los TCAs. Es un proceso largo y complicado en el que hay que reconstruir todo el esquema corporal y la historia personal, y en la que están implicados los afectos, la autoconfianza o, incluso, la sexualidad. Por último, es muy importante la labor de educación nutricional, toda una serie de estrategias, pautadas según el caso, y cuyo objetivo es enseñar a las pacientes a comer bien y sano. /

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