jueves, 29 de septiembre de 2016

Hay razones de peso para bajar consumo de azúcar



Es repetitivo en ocasiones cuando los médicos, los nutricionistas o los preparadores físicos, siempre hacen la misma recomendación: hay que bajarle al consumo de azúcar. Sin embargo, las tentaciones que provoca este manjar hacen que muchos caigan en una trampa, en la que solo la salud es la afectada.

La mayoría de personas creen que el único riesgo es llegar a padecer la enfermedad de la diabetes. Sin embargo, hay muchos síntomas que pueden aparecer por el alto consumo de azúcar, el portal de salud mejorconsalud.com, realizó una lista de los 6 más presentados:

• Agotamiento físico

Esto se debe ah que cuando se consume azúcar la energía puede subir al instante, pero cuando pasa el efecto los niveles de energía bajan en grandes dimensiones lo que genera que el paciente sufra de dejadez y no tenga animó. En ocasiones podría llegar a la depresión.

• Ansiedad

El azúcar es una sustancia que puede llegar a tener lo mismo efectos de las drogas, es decir que pueden generar adicción. Por esta razón, las personas pueden generar dependencia del consumo de glucosa, ya que entes se ingiere el cerebro pide automáticamente el almacenar más cantidad.

• Cambio de ánimo

Este punto se refiere al cambio de humor repentino que pueden sufrir las personas. Como se hizo referencia anteriormente, en el momento que se consume puede haber una sensación de alivio y tranquilidad pero cuando se deja de consumir se puede llegar al enfado en incluso a la ira.
emociones

• Subida de peso

Cuando se consume la glucosa el organismo, por su proceso natural, toma lo que necesita para su funcionamiento desechando lo que no. Sin embargo, esa parte que no se uso puede convertirse en grasa, por lo tanto, si se consume en grandes cantidades más habrá acumulado y rápidamente se convierte en grasa.

• Efectos negativos en la piel

Con el consumo excesivo de azúcar, el cuerpo requiere de insulina, y esta recorre el organismo en altos volúmenes. En medio de este proceso se ve afectada la piel resecándose y en casos extremos podría llegar a la descamación.

Puede leer: Los dulces envejecen

• Problemas con la tensión

El elevado consumo de dulce hace que el sistema nervioso exija un mayor esfuerzo cardíaco, ya que este producto es complicado en el proceso del metabolismo en el organismo.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Conoce los secretos para poder disfrutar de comidas prohibidas.

¡Admítelo! En ocasiones sientes debilidad por una hamburguesa con papas fritas o quizás simplemente saborear un dulce postrecito. Pero, la disciplina y autocontrol evitan que caigas en tentación. Sin embargo, tenemos que contarte que ahora puedes darte el gusto de disfrutar de alguna de estas delicias reemplazando los alimentos y la forma de preparación.

Igual de delicioso. Especialistas del catering Natural Center, informan que existen alternativas para preparar estos tipos de comida de una forma más sana, pero igual de sabrosa. Solo se tienen que reemplazar algunos ingredientes y modificar la forma de preparación.

Evitar tres elementos. Para obtener esta versión 'healthy' (saludable) se pueden rescatar todos los alimentos, pero quitando el exceso de sal, grasas y azúcares. Por ejemplo, si se desea comer una milanesa, se puede hacer, eligiendo una buena carne magra y libre de grasas. Y en vez de freírla se cocinará al horno.

Combinación y preparación. El chef Eduardo Paredes, propietario del catering In-Nova, explica que la comida chatarra no puede dejar de ser “chatarra” porque está sometida a una técnica de cocción que sobrepasa los 100 grados de temperatura. Pero, si se quiere disfrutar de comidas con un similar parecido, se puede optar por cambiar la forma de preparación, es decir, en vez de comer un pollo frito, hacerlo a la plancha, horno o vapor; reemplazar el arroz por quinua y una ensalada colorida. Como versión saludable, detalla que si se desea una hamburguesa, se puede preparar el 60% de carne y un 30% con un tipo de grano entero. Armarla con pan integral y en lugar de papas “fritas”, optar por ponerlas al horno.

Atenta con las porciones. Ahora, hay que tener cuidado, porque de nada sirve cambiar la forma de preparación si se abusa de las porciones ya que esto es lo que nos hace aumentar de peso, enfatiza Paredes. “En la palma de la mano cabe la porción de carne, el puño de la mano indica el hidrato de carbono y las dos manos juntas señala la cantidad de ensalada”, aconseja.

Natural center te recomienda preparar:

Calabacines o carotes
Rellenos de quinua.

Ingredientes:
1/2 taza de quinua
1 puerro cortado finamente
1 zanahoria cortada finamente
4 calabacines o carotes
150 gr. de queso ricota o parmesano

Preparación:
Sofreír en una sartén con una cucharita de aceite de oliva, el puerro y la zanahoria. Cocer la quinua, pasarla por un colador y agregarla al sofrito. Mezclar todos los ingredientes con el queso ricota. Cortar los carotes en dos, quitarles las semillas y ponerlos al vapor durante cinco minutos. Rellenar los carotes y gratinar por 15 minutos.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Se vuelve famosa luego de superar la anorexia



Cazandra Zetterberg cayó en la anorexia. En 2013 la joven sueca fue trasladada por primera vez al hospital debido a que su temperatura disminuyó a 34 grados (normalmente es de 36), en ese entonces su peso no era más de 30 kilos. Allí, los médicos le advirtieron que si no subía de peso podría morir.

Durante un año Zetterberg cambió sus hábitos alimenticios e inició una rutina de entrenamiento, estos la llevaron a mejorar su salud, además de que su evidente evolución llamó la atención de muchos medios en todo el mundo y su historia se hizo popular.

Cazandra se convirtió en una sexy entrenadora personalizada de fitness que promueve un mensaje de superación contado su propia experiencia. Su cuenta en Instagram postea cientos de consejos de nutrición e incluye fotografías del antes y el después de su enfermedad.

¿Cómo detectar la anorexia y bulimia?



Para la psiquiatra española Montserrat Graell, coordinadora de la Unidad de Trastornos de la Alimentación del Hospital Niño Jesús de Madrid, aunque el pronóstico de trastornos psiquiátricos como la anorexia y la bulimia ha aumentado a lo largo de los últimos 25 años, los médicos se mantienen en alerta por un aumento en el diagnóstico de casos en varones.

Esta situación, explica la doctora Graell en el espacio de radio “El Bisturí” de EFESalud, es una oportunidad para que los pediatras y los médicos de atención primaria identifiquen señales comunes de la anorexia y la bulimia en niños y de esta forma, se logre avanzar en la atención temprana y el tratamiento a los pacientes y sus familias.

¿Por qué se da más en mujeres?

Según las tasas de género “por cada 9 chicas afectadas hay un chico, especialmente en la adolescencia” afirma la doctora Graell. Si tenemos en cuenta a los niños en edad escolar, por debajo de los 13 o 14 años, “por cada 9 chicas hay 6 chicos” agrega la especialista.

La prevalencia de casos en chicas podría estar relacionada con el inicio en la pubertad, cuando el cuerpo de la niña empieza a cambiar y a transformarse en mujer. Además, hay una mayor incidencia en familias que le dan demasiada importancia a la imagen y la estética, según lo explica la psiquiatra.

También existe un componente genético que se “despierta” en algunas personas, disparado por la influencia del entorno y la falta de autoestima, que las hace más vulnerables a sufrir un trastorno mental a lo largo de su vida.

En caso de no intervenir a la paciente con un tratamiento multidisciplinario, que incluya terapia psicológica y psiquiátrica, a futuro pueden aparecer consecuencias nefastas para la salud fisiológica como desnutrición, osteoporosis y hasta la muerte. La mayoría de los efectos negativos se dan en el entorno social, ya que la frustración y la depresión pueden limitar su capacidad para el trabajo o el estudio.



SIGNOS DE ALARMA DE ANOREXIA

• Los cambios en la preocupación por el físico
• Se miran al espejo y se quejan de estar gordos (y generalmente están flacos)
• Aparece el interés por las dietas
• Obsesión con las calorías y la composición de los alimentos
• Preocupación por lo que se va a comer en casa
• Saltarse el almuerzo o la cena
• Cambios de estado de ánimo: irritabilidad, tristeza, o preocupación
• Pesarse todos los días
• Tomar laxantes



SEÑALES DE BULIMIA NERVIOSA

• Consume alimentos de forma compulsiva y rápida (atracones)
• Toma laxantes y diuréticos
• Sube y baja de peso constantemente
• Vomita frecuentemente (inducido)
• Hace comentarios negativos sobre sí mismo (baja autoestima)
• Se pone irritable y cambia constantemente su estado de ánimo
• Se aísla de la familia y amigos


¿CUÁNTO TARDA LA RECUPERACIÓN?

El tratamiento tarda una media de cuatro años para conseguir las tasas de recuperación. “Una vez pasados estos años de tratamiento intensivo, dedicando mucho tiempo de terapia semanal, se va a requerir un periodo de seguimiento para evitar recaídas” dice la experta.

En edades entre los 13 y los 15 años, “un 60 por ciento alcanza la recuperación total, y un 20 por ciento la recuperación intermedia” señala la psiquiatra. El 15 o 20 por ciento restante, puede tener un curso crónico y tiende a oponer resistencia al tratamiento. “Este grupo tiene una forma más grave de la enfermedad, y nuestros esfuerzos van dirigidos a modificar este segmento”, advierte la doctora Graell.

Tan solo en la Unidad de Trastornos de la Alimentación del Hospital Niño Jesús de Madrid en 25 años de servicio, se brinda un tratamiento a niños hasta los 18 años, y “se ven aproximadamente a unos 200 pacientes nuevos al año, dependiendo de la gravedad“, concluye la doctora Graell.



SIN CAMPAÑAS GLOBALES DE PREVENCIÓN

Frente al aspecto de la prevención, la doctora Graell señala que “ahora es más visible la gravedad de la enfermedad en la sociedad, en las familias y en la escuela”, pero advierte que las iniciativas para concienciar sobre esta problemática no alcanzan la magnitud necesaria para tener un mayor impacto. “Es tiempo de empezar campañas de prevención globales”, afirma.

Para la experta, con los tratamientos lo que se busca es “una mejoría en los hábitos de vida de la persona, no sólo en alimentación, sino también en la actividad física”, para generar una estabilidad en la salud mental del paciente.

La dieta de las horas



Irene ganó 17 kilos en dos embarazos. Pero de pronto, a los dos años del último parto, empezó a adelgazar casi sin esfuerzo. ¿El secreto? Por recomendación de la Dra. Marta Garaulet, profesora de Fisiología de la Universidad de Murcia e investigadora en Harvard, cambió los horarios de las comidas y las cenas. En vez de almorzar después de las tres de la tarde y de hacer la última comida del día a las diez de la noche, como hacía habitualmente, empezó a comer a las 14.00 h y a cenar a las 19.30 h. Así lo cuenta Marta Garaulet en su blog www.garaulet.com.

“Mi marido es un hombre de costumbres y se negó a cambiar sus horarios... hasta que vio cómo adelgazaba yo. Desde hace casi dos años cenamos juntos, con Celia e Irene, nuestras hijas, que ya tienen cinco y tres años. Él ha perdido casi ocho kilos. Yo, más de 15. Y lo único que hemos hecho ha sido adelantar los horarios de las comidas y cenas y no tomar nada más después de cenar. Eso sí, seguimos este esquema a rajatabla”.



Las mismas calorías, diferentes efectos

El secreto de este éxito se encuentra en que nuestra biología responde de forma diferente a las calorías que consumimos en horas distintas del día. “De hecho, un hábito que suena tan trivial como cenar tarde puede hacerte engordar o impedir que adelgaces más con las mismas calorías que si las tomas a horas más tempranas”, asegura la Dra. Marta Garaulet, conocida nacional e internacionalmente por su investigación en cronobiología y obesidad, y autora de cientos de artículos científicos que tratan este tema.

Investigaciones con animales ya habían observado cómo las horas de las comidas influyen en el peso. Estudios del profesor Fred Turek, de la Northwestern University (EE.UU.) demostraron que los ratones que comían una dieta rica en grasa a la hora equivocada, es decir, las correspondientes a la noche en los humanos, engordaban más que los que lo hacían a la hora correcta.

Por la noche la tolerancia a los carbohidratos se reduce hasta cuatro veces.

Y es que los ritmos circadianos no solo se ven afectados por las horas y la mayor o menor presencia de luz solar, sino también por la propia ingesta de alimento. Estudios con humanos realizados por la profesora Garaulet y sendos equipos de las Universidades de Harvard y Tufts (publicados en la International Journal of Obesity) han comprobado que cuanto más temprano hagamos las comidas principales del día, más se reduce nuestro riesgo de engordar. En concreto, un trabajo con 420 personas demostró que las personas que hacían esa comida principal después de las tres de la tarde perdían menos peso que las que comían antes de esa hora, y ello con las mismas calorías y los mismos niveles de actividad física.

“Nuestro trabajo fue el primero en demostrar que, en cuanto a la pérdida de peso, no solo es importante qué comemos, sino también cuándo lo hacemos. Además, descubrimos la explicación metabólica de ese efecto: detectamos la presencia de un reloj periférico en nuestro tejido adiposo (graso) que, en función de los horarios, activa o desactiva genes que afectan a la ganancia o pérdida de peso”, puntualiza la profesora Garaulet en uno de sus artículos.



Los carbohidratos, prohibidos por la noche

No es el único hallazgo en cuanto a horarios de almuerzo y peso. No hace mucho un estudio demostraba que el tránsito gastrointestinal se ralentiza y que toleramos peor la glucosa (el azúcar) cuanto más avanzado está el día, lo cual explica por qué esas galletas, papas fritas o snacks que comemos por la noche viendo una peli tienen más probabilidades de convertirse en grasa corporal que si los comeríamos en el desayuno.

Más recientemente Marta Garaulet y Frank Scheer, de la Universidad de Harvard, publicaron un trabajo en tejido graso humano que demostraba que la hora en que mejor toleramos los azúcares es alrededor de las 12 del mediodía, mientras que, por la noche, esa tolerancia a los carbohidratos disminuye hasta cuatro veces. “Vimos que el reloj periférico del tejido adiposo regula la sensibilidad a la insulina. Cuanta menos sensibilidad a la insulina, mayor riesgo de acumular las calorías de los hidratos en forma de grasa”, explica la Dra. Marta Garaulet.



Los horarios en la vida moderna

En este contexto no debemos olvidar que nuestros genes se adaptaron a los cambios de luz diurna a lo largo de miles de años de evolución. Como consecuencia de esa adaptación, los cambios de luz solar están incorporados a nuestra biología. Tan adaptados estamos a ellos, que nuestros órganos internos funcionan de forma diferente durante el día y durante la noche, siguiendo esquemas que se conocen como ritmos circadianos. Hoy sabemos, por ejemplo, que estar expuestos a luz artificial por la noche (trabajando en la computadora o viendo la tele) afecta esos ritmos y aumenta el riesgo de enfermar.

“A la vez, la producción de enzimas digestivas y hormonas sigue patrones fijos a lo largo del día, lo cual permite que el hígado, los intestinos y otros órganos digestivos funcionen como una máquina perfectamente engrasada. El estilo de vida actual, con luz artificial y comida disponible durante todo el día, produce peligrosas alteraciones”, explica la especialista.


8 PAUTAS QUE TE AYUDARÁN A ADELGAZAR

PAUSA 1: “Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo”. Un estudio israelí de 2013 vio que este famoso dicho tiene su base científica. Mujeres con exceso de peso que tomaban un desayuno abundante, hacían una comida normal y cenaban poco perdían más peso que las que desayunaban poco, comían normal y cenaban mucho. Asimismo, la experta asegura que apostar por un desayuno ‘light’ es un error.



PAUSA 2: Almuerza antes de las tres. Definir cuál es la hora perfecta de la comida principal depende de muchos factores sociológicos, culturales, laborales, geográficos... Pero lo que sí está comprobado es que cuanto más tarde se lleva a cabo la comida con mayor contenido energético, peor resulta para la salud. Así que come antes de las tres de la tarde, aconseja de manera rotunda Garaulet.



PAUSA 3: Deja de atacar la despensa por la noche. Comer por la noche no solo aumenta más los niveles de glucosa que hacerlo por la mañana, sino que quemamos la mitad de calorías digiriendo alimentos por la noche que con las comidas de la mañana.

Puedes beber toda el agua que necesites por la noche. Cualquier otra cosa dará cuerda a tus relojes internos.



PAUSA 4: Respeta tus ritmos naturales. Si eres madrugadora, no te costará nada cenar a las 18.00 h o las 19.00 h y levantarte a las 6.00 h. Si eres un búho, cenarás a las 20.00 h o 20.30 h y no desayunarás hasta las 9 de la mañana. Lo importante es que duermas ocho horas.



PAUSA 5: Date tu tiempo. Una siesta corta después de comer resulta más que beneficiosa para la doctora Garaulet. Asimismo, la experta asegura que descansar 20 minutos después de comer es beneficioso para nuestra salud (hay que olvidarse de comer delante del ordenador y de trabajar justo después de comer).



PAUSA 6: ¿Picar o no picar? El picoteo es sinónimo de descontrol. Es mejor marcar un horario de comidas a diario y seguirlo fielmente.



PAUSA 7: En la cena, elige bien los alimentos. La doctora aconseja que se cena antes de las ocho de la tarde. Y una vez que cenes, no comas más. Durante toda la noche solo te puedes permitir ingerir una cosa: agua. Asimismo, debes elegir alimentos con un índice glicémico bajo, si eliges carbohidratos procura que sea arroz o pasta integral y combínalos con proteínas o fibra como atún o tomate, la combinación de ambos contribuye a reducir el índice glicémico.



PAUSA 8: Un tiempo entre la cena y la cama. Luego de una cena ligera es aconsejable dejar pasar un tiempo antes de meterte a la cama. La doctora Garaulet calcula entre dos horas y dos horas y media (sobre todo si hemos consumido carbohidratos de absorción rápida).

Bajó 35 kilos en tres meses

La fuerza de voluntad es la clave, seguida del esfuerzo, la dedicación, el entrenamiento físico, una buena dieta y paciencia infinita. Esta es la “receta” de Wálter Rodríguez para bajar de peso. Él, en solo tres meses, logró bajar 35 de los 120 kilos que tenía. Ahora, su premisa de vida es: “sí se puede”. Wálter Edmundo Rodríguez Guzmán nació en Tarija pero vive en Sucre desde la niñez. Hoy, con 19 años, estudia Comercio Internacional en la Universidad del Valle (Univalle). Cuenta a ECOS que desde que tiene memoria siempre se vio con sobrepeso, al parecer por una cuestión hereditaria porque sus padres también son de contextura gruesa; el único que tiene peso normal es su hermano mayor. “Me sentía mal, no me gustaba verme así. Cuando uno es gordito, en el colegio siempre le hacen bullyng. A mí me decían ‘gordo’, ‘obeso’ y otras cosas… pero yo no les daba importancia. Además, mis papás en mi casa siempre me decían ‘mi gordito’ y yo lo tomaba de buena manera. Me tocó vivir eso, pero hay otra gente a la que le molesta que le digan ese tipo de cosas y viven con frustración”, relata Wálter. El pasado Desde sus primeros años de edad, a Wálter le gustaba tomar gaseosas y comer fuera de los horarios establecidos, especialmente la comida chatarra y golosinas, como muchos niños bolivianos y de cualquier otra parte del mundo. Dice que en su casa comían con preferencia frituras, salteñas, hamburguesas… ni más ni menos que en muchos otros hogares de nuestro país. Durante la hora del almuerzo, se colocaban los alimentos en la mesa y cada quien se servía lo que deseaba. “Y yo le aplicaba”, comenta riendo. No obstante, desde pequeño hizo deporte. Entre los cinco y los nueve años jugó al fútbol y desde esa edad, hasta que ingresó a la universidad, practicó tenis, llegando incluso a ganar varios premios a nivel departamental y nacional. Esto a pesar de su sobrepeso. “Si no hubiese practicado deporte, yo creo que hubiese tenido más sobrepeso”, supone. Wálter cree que a cierta edad se llega a un límite y uno se plantea cambiar, que ya no puede seguir así. “Porque las chicas crecen y se ponen tan lindas, entonces uno piensa en cuidar el aspecto físico” (ríe a carcajadas). Recuerda que su padre le decía todo el tiempo: “tienes que bajar de peso, practica deportes, ya vas a ir a la universidad. Incluso mi tío me pidió que ingrese al gimnasio”. De esa forma, cuando terminó el colegio, ante la exigencia en los horarios de estudio más los trabajos, se vio obligado a dejar el deporte. Ese fue uno de los momentos clave en su vida porque, como todo buen deportista, extrañaba esa actividad. Así fue que decidió ir al gimnasio, haciéndole caso al tío. Fuerza de voluntad Su último control, de febrero de este año, antes de ingresar al gimnasio, le daba un peso de 120 kilos. De acuerdo con su estatura (1.78), afirma que debía pesar 83 kilos. La nutricionista le dijo que tenía que bajar 35 kilos y que lo lograría en siete meses. Pero, “rompiéndome en el gimnasio, haciendo aparatos de cardio, trabajando con las máquinas de pesas y siguiendo una dieta adecuada”, detalla él. Cuando llegó al gimnasio, el entrenador Félix Andrade se hizo cargo de él para hacerle seguimiento y controles periódicos. Para sorpresa de todos, bajó los 35 kilos en tan solo tres meses. Entonces, la pregunta típica era: “¿cómo lo hiciste?”. Wálter reconoce que no ha sido fácil, que le costó acostumbrarse a su nueva rutina. Pero recordó que en el pasado muchas veces se preguntó por qué no bajaba de peso si practicaba deporte y que, en ese mismo momento, se respondía: “tiene que ser la alimentación”. Como una gran fuerza de voluntad (“ese es mi secreto de vida”, dice) aceptó el reto con mucha paciencia. “Hay gente que se frustra con el tiempo, piensan en conseguir resultados de inmediato cuando en realidad es paso a paso. La cosa es no romper la dieta e ir todos los días al gimnasio. Es un compromiso que se hace con uno mismo”. Rutina alimenticia Wálter, cuando despierta, bebe tres vasos de agua tibia. Su desayuno consiste en dos tajadas de papaya del tamaño de un CD y una rueda de piña, porque son frutas diuréticas. Mientras mucha gente come a media mañana una salteña o una tucumana (así como antes lo hacía Wálter), él solo toma agua si siente hambre. A mediodía su almuerzo consiste en una abundante ensalada cruda mixta, que ocupa las tres cuartas partes del plato; puede ser de espinaca, lechuga, pepino o zanahoria, acompañada con carne de res o de pollo cocida a la plancha o al horno, nunca frita. No consume azúcar ni stevia; dice que es mejor evitarla. “Nuestro organismo siempre pide grasa que se puede suplir comiendo una variedad de frutas”, aconseja. Según Wálter, la nutricionista le dijo que alguna vez puede “hacer un desmando”, por ejemplo un domingo darse el gusto de comer un pollo a la broaster, pero él prefiere no hacerlo arguyendo que le costó mucho alcanzar el peso que tiene, “rompiéndome en el gimnasio todos los días y siguiendo una rigurosa dieta”. Luego, remarca: “lo único que a mí me ha costado es acostumbrarme a la dieta. La clave es la fuerza de voluntad, comer sano, beber mucha agua y perder la vergüenza de sudar en el gimnasio”. Un giro de 180 grados El tema de las prendas de vestir era un verdadero problema para Wálter: le incomodaban los pantalones, las poleras, las camisas. Cuando iba de compras, sentía que nada le quedaba y eso lo ponía mal. Además, como a cualquier joven, le gustaba ir a fiestas, en las que compartía unos tragos con sus amigos. También disfrutaba de los cumpleaños, donde por tradición se come bastante: “que la torta, que el chocolate, que el pollo o la parrillada. Una vez llegué al extremo de llorar al ver cómo me veía”. Sin embargo, en el último mes la vida de Wálter dio un giro de 180 grados. Ahora lleva un estilo de vida saludable, aunque no faltan las tentaciones porque sus amigos lo invitan a fiestas y lo tientan: “¿qué te va hacer tomar un vasito?”. Pero, agrega él, “si lo haría, estaría incumpliendo conmigo mismo y no vale la pena”. Cada día pasa tres horas haciendo ejercicio en el gimnasio y trotando. “Yo siempre digo que para bajar de peso, un 80% es la comida y un 20% el gimnasio. La fuerza de voluntad es la clave”, reitera. “Ahora que tengo el peso ideal, gracias a mi entrenador Félix Andrade, de Vista Training Center, estoy contento porque me doy cuenta de que cada cosa que sacrifiqué valió la pena, porque ahora soy diferente...”. Asegura que cuando va por la calle, hay gente que no lo reconoce. “No saben si saludarme o no y, cuando me reconocen, se quedan sorprendidos y admirados. En fin, solo quiero decirles que el que quiere, realmente puede. Lo logra. Lo consigue”.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Diabulimia: un trastorno alimenticio que quizás no conoces

La diabulimia es un trastorno alimenticio del que no se habla mucho pero que afecta a las personas diabéticas que se obsesionan con no subir de peso. Las personas que padecen este trastorno reducen la ingesta de insulina para bajar de peso. De acuerdo con la Asociación Nacional de Desordenes Alimenticios en Estados Unidos, a la diabulimia se le considera un trastorno de doble diagnóstico: donde uno tiene diabetes y a la vez un desorden alimenticio. Los riesgos de la diabulimia incluyen: cansancio, infecciones en la piel, irregularidades en el ciclo menstrual, glucosa en la orina, neuropatía e incluso la muerte. Un endocrinologo podrá detectar la diabulimia en un paciente, pero quizás los familiares no conocen tanto acerca de este trastorno y por tanto no puedan identificarlo. En un artículo publicado en el portal de la Asociación Nacional de Desordenes Alimenticios se señalan los siguientes síntomas: pérdida de peso inexplicable, sed constante, micción frecuente, preocupación con la imagen corporal, depresión, cambios de humor y aumento del apetito por comidas azucaradas. De acuerdo a un artículo publicado en Indy100, existen estudios que sugieren que el 40% de las mujeres con diabetes tipo 1 con edades entre los 15 y los 40 años, en algún punto restringen la insulina para controlar su peso. Cuando una persona diabética no se inyecta la dosis de insulina que necesita, baja de peso y se desnutre. Consulta con tu médico si sientes que necesitas más información y orientación sobre este trastorno.