viernes, 27 de junio de 2014

Hambre sin fin

Pensamos en gula y nos imaginamos un manjar al alcance de la mano, pero basta con estar triste o preocupado por algo para caer en la tentación de vaciar la nevera. Quien tiene tendencia a ingerir grandes cantidades de comida de forma ansiosa y apresurada suele ser impulsivo, incapaz de calmar sus arrebatos. Si lo hace tres veces a la semana, sufre el denominado trastorno por atracón, fatal para la salud.

La psicóloga Julia Vidal, directora del Centro de Psicología y Psiquiatría Área Humana (España), explica que ante una situación en la que nos apetece un panecillo a las cinco de la tarde, lo lógico es pensar que la hora de la cena está cerca y aguantarse las ganas. En cambio, hay personas que no pueden tolerar el apetito y no controlan el impulso de comer en abundancia.

“A veces incluso confunden las sensaciones corporales y piensan que tienen hambre, cuando lo que están sintiendo de verdad es ansiedad”, indica Vidal.

Comer para dejar de sufrir

La tristeza, la rabia o ansiedad son factores desencadenantes de la gula. ¿Y en qué momentos estamos inquietos o preocupados? Problemas en los estudios, en el trabajo, discusiones de pareja, situación de desempleo, época de exámenes, enfermedad grave de un familiar, etc. “Es más fácil que nos demos un atracón si estamos pasando por un mal momento emocional”, señala la psicóloga.

El médico endocrinólogo Albert Lecube, coordinador del Grupo de Obesidad de la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición), lo ratifica: “Las causas de la gula no tienen explicación fisiológica. El atracón se suele dar cuando se producen alteraciones del estado anímico o situaciones de estrés puntual. El componente de la ansiedad nos hace comer más”.

Las mujeres que están especialmente sensibles antes de que les llegue la regla también son propensas al atracón. Es la consecuencia del trastorno disfórico premenstrual, causante de alteraciones hormonales y cambios a nivel emocional.

No sin mi espejo

Cada vez nos preocupamos más por la estética y por la salud. Muchas personas optan por una dieta escasa para perder peso o mantener su figura, sin tener en cuenta que comer poco al final es contraproducente: el atracón es más probable. Si nos limitamos a tomar una ensalada ligera a la hora de comer, tendremos un hambre voraz dos horas más tarde. ¿Solución? Como un par de masitas. O tres. Suma y sigue.

Vidal afirma que “nuestro organismo está descompensado, tenemos hambre y estamos más tensos, lo que se traduce en que engullimos con ansia y más de la cuenta”. Son las consecuencias de una comida ‘de pajarito’.

También hay quien lleva un control estricto de las calorías que ingiere en cada momento, sin excepción. Obsesionarse con comer sano también puede desembocar en atracones no deseados. El ejemplo más claro lo tenemos en adolescentes muy preocupadas por la imagen. “Aunque estén bien, casi siempre se van a ver mal. Intentan comer menos y al final acaban comiendo más”, apunta la psicóloga.

Según Lecube, “muchas veces la persona no es consciente de que come más de la cuenta”. La gula nos incita a picotear entre horas y nos hace olvidar la gran cantidad de comida que tomamos a lo largo del día.

Placer versus culpa

¿Por qué nos refugiamos en la comida cuando nos sentimos mal? “El comer produce satisfacción de forma inmediata”, afirma Vidal. Es algo que alivia nuestro malestar a corto plazo. Todos estamos familiarizados con la imagen de una chica llorando mientras devora una tarrina de helado, y es que algunos alimentos como el chocolate suben los niveles de serotonina y causan una sensación placentera.

No obstante, el sentimiento de culpa aparece de forma inmediata después de un atracón. Ese malestar es el nuevo ingrediente al problema que nos atormenta y nos hace comer de forma desaforada. Por si fuera poco, la reacción del glotón esporádico suele ser: “paso de todo, ya puestos, sigo comiendo”. ¿Y a qué puede llevar esa actitud?.

Enfermedades asociadas

1. Bulimia nerviosa: Según el doctor Lecube, quienes padecen bulimia nerviosa recurren a maniobras purgativas para expulsar el exceso de comida después de un atracón: la provocación del vómito o la ingesta de laxantes son las técnicas más habituales.

Es su estrategia de compensación ante la culpa y los remordimientos.

2. Síndrome de Prader-Willi: Deriva de una alteración genética y afecta a niños que “no tienen sensación de saciedad, y eso les provoca una búsqueda incesante de comida. Están continuamente comiendo”, señala el doctor. La consecuencia es una gran obesidad que conlleva serias complicaciones. “No es nada infrecuente que estos niños mueran a edades muy tempranas”, afirma.

3. Obesidad y sobrepeso: Consecuencia directa del trastorno por atracón. “Conozco pacientes que han engordado 14 kilos en un mes”, nos cuenta la psicóloga. Una variación de peso tan brusca es una bomba para nuestro organismo.

“En los atracones tomamos alimentos hipercalóricos, lo que aumenta el riesgo para la salud: si tienes el colesterol alto, pueden aparecer trastornos cardiovasculares, por ejemplo”, explica Vidal.

4. Otros problemas de salud: El doctor Lecube confirma que la obesidad favorece la aparición de muchas otras enfermedades: aumento de azúcar en forma de diabetes, desviaciones de la tensión arterial, alteraciones de los lípidos, sobrecarga de articulaciones como las rodillas, problemas respiratorios, trastornos por sueño, etc. La esperanza de vida de una persona obesa es menor.

5. Desequilibrio emocional: La falta de cariño, la inseguridad o el no sentirse bien con uno mismo causan emociones negativas. Recurrir al atracón puede desencadenar un problema mayor. “La persona se introduce en un círculo vicioso que perpetúa el aumento de la ingesta”, apunta el doctor. ¿Cómo? Quien come sin mesura cada vez que pasa por un mal momento, al final padece obesidad.

La obesidad conlleva no sentirse bien con uno mismo. Para evitar enfrentarse al problema de autoestima, la persona opta por comer, lo que implica más ingesta, más obesidad e incluso depresión.

¿De qué sirve añadir más problemas a los que ya tenemos? “A la culpa le sumas la preocupación porque estás cogiendo peso. No percibes el control sobre tu vida, y eso a la vez genera más desazón”, indica Vidal. Si nos acostumbramos a enfrentar las dificultades con comida, nuestra capacidad para tomar decisiones y resolver conflictos será menor.

CONTROLA TU ANSIEDAD

No dejes que la gula te domine. Haz caso a las recomendaciones del doctor Lecube y la psicóloga Vidal:

Lo primero es ser consciente de que el problema con los atracones existe. “Hay que saber y comprender lo que nos está pasando para ver cómo podemos resolverlo”, afirma Vidal.

¿Restringir las comidas? “No se trata de hacer una dieta, porque muchas veces los afectados son incapaces de seguirla. Hay que hacerles entender que es un problema psicológico”, explica Lecube.

Técnicas de control externo. No compres alimentos hipercalóricos ni que se consuman inmediatamente. “Procura que haya que cocinarlos antes de consumirlos”, aconseja la psicóloga. Los aperitivos más apetitosos, a los muebles más altos. Tentaciones fuera.

Técnicas de control interno. Ante el ataque de gula, para y reflexiona.

Vidal propone demorar la ingesta 15 minutos, y pensar: ¿qué me está pasando? ¿Acaso tengo hambre? ¿Me encuentro mal?

Reacciona: sal a dar un paseo, llama a un amigo. Practica otras actividades para no dejarte llevar por el impulso de comer.

Pide asesoramiento psicológico. Un especialista te aportará las herramientas necesarias para combatir el trastorno por atracón. Quien lo sufre necesita un cambio de hábitos y de actitud para aplacar la ansiedad. Un experto en la materia proporciona un tratamiento ordenado para evitar males mayores. Vidal insiste: “al psicólogo no hay que venir solo cuando ya esté el problema”.

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