jueves, 5 de junio de 2014

Cuando el enemigo es el espejo

"Rehuyó los espejos y todo aquello en lo que me refleje. Llevaba tanto tiempo queriendo ser otra, envidiando a las demás chicas, sintiéndome inferior a todos… que empecé a dejar de comer, a matarme en el gimnasio…Pensé que la solución estaría en la cirugía…”

Este es el testimonio desgarrador que una mujer diagnosticada con el trastorno de dismorfofobia o síndrome de distorsión de la imagen comparte en un foro de internet.

Este trastorno no sólo lo sufren las personas que se ven gordas y que caen en desórdenes alimenticios como la anorexia o la bulimia, también aquellas que al enfrentarse al espejo éste les devuelve una imagen de sus facciones, de su pelo…alejada de la realidad.

Solo ellos se ven así. Y cada día se enfrentan a su peor enemigo, el espejo. Las consecuencias pueden ser muy graves.

“La imagen que tenemos de nuestro propio cuerpo es simbólica y es algo que vamos teniendo desde niños. Por eso, cuando sufrimos algún tipo de situación traumática relativa a nuestro físico en las etapas de la infancia o adolescencia podemos quedar marcados para siempre”, explica el doctor Francisco Ferre, jefe de Servicio de Especialidades Psiquiátricas del madrileño Hospital Gregorio Marañón.

Una lesión, una mutilación, que en nuestro entorno escolar o familiar seamos humillados o insultados por nuestro cuerpo influirá en la imagen que creamos de nosotros mismos.

Además de las experiencias personales también influye el entorno. “En la sociedad actual lo bueno equivale a delgadez, ser gordo es ser descontrolado, un fracasado”, señala el psiquiatra. Y eso repercute de forma anormal en las personas que sufren dismorfofobia, donde hay un cuerpo o una cara normal aparece una imagen distorsionada.

“La alteración de la imagen corporal no solo tiene que ver con el peso, aunque es la más frecuente. También se dan dismorfofobias en nariz, orejas, pelo…Hay personas que piensan que se les cae constantemente”, explica el doctor.

Trastorno dismórfico

Antonio Grau, responsable de Gestión del Conocimiento e Investigación del Instituto de Trastornos Alimentarios de Barcelona, también aborda esta patología en el manual “Controversias sobre los trastornos alimentarios”. Lo denomina “trastorno dismórfico” y lo define como una obsesión hacia algún aspecto de la apariencia física que los demás perciben como normal. Una “fealdad imaginada” que condiciona la vida diaria de la persona que sufren gran ansiedad cuando se exponen ante los demás, por lo que se aíslan socialmente.

Perfeccionista y obsesivo

El especialista explica que todas la dismorfofobias “tienen que ver con personalidades muy controladoras y perfeccionistas hasta el límite y con una serie de experiencias en la infancia y adolescencia desvalorizantes hacia su persona que le generan una gran inseguridad. Esas experiencias pudieron tener que ver o no con el cuerpo, pero a partir de ahí el cuerpo se convierte en una zona vulnerable, de donde sentir complejo con facilidad”.

Sin embargo, no es fácil de detectar. Estas personas suelen llevar en silencio el sufrimiento que les produce esa imagen irreal de su cara o de su cuerpo. Evitar a los demás es una conducta habitual en este tipo de trastornos. Al igual que las personas perfeccionistas y obsesivas están más predispuestas, aquellos a los que la inseguridad les domine, también la mujer está más expuesta por la exigencia que cae sobre ellas del estereotipo de la belleza y por problemas hormonales. Pero se da tanto en varones como en mujeres.

Empieza en la infancia y adolescencia pero se manifiesta en el adulto joven, ya pasados los 18/20 años. Es cierto que en los adolescentes empieza a forjarse y pero puede pasar desapercibido este cuadro porque es la etapa en la que están buscando su identidad.

Las consecuencias son muy graves

Los sujetos que detestan una parte de su cuerpo evitan ser vistos, rechazan el contacto social, se aíslan, se convierten en personas extrañas con un gran sufrimiento interno.

El tratamiento varía según la dismorfofobia. Los que experimentan sintomatología obsesiva compulsiva deben recibir tratamiento farmacológico y psicoterapéutico. Y en todos aquellos que tengan trastornos alimentarios reciben los dos, pero más complejos que los anteriores.

Aunque es un mal que se puede cronificar, tiene remedio. Es cierto que puede desaparecer, pero siempre está el riesgo de que vuelva a reaparecer con otra parte del cuerpo. Conseguimos disminuir mucho su sintomatología pero siempre queda cierta inseguridad respecto a su esquema corporal, alguna parte de su cuerpo que no siempre es la misma, puede variar a lo largo de la vida, apunta el especialista.

La cirugía plástica -añade el doctor- no es una solución ya que muchos son trastornos imaginarios, no son reales. “Es más, hay que evitar que se operen. Los mismos cirujanos plásticos son juiciosos y no les operan cuando se trata de un caso de distorsión de la imagen”.

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