lunes, 13 de febrero de 2017

La obesidad y las dietas



La obesidad es una amenaza para la salud; se asocia con numerosas enfermedades, gran aumento de la mortalidad y de la depresión, además de la disminución de la calidad de vida. También origina grandes costos médicos y pérdida significativa de la productividad, como consecuencia de las licencias por enfermedad.

Muchos obesos saben que deberían comer menos, consumir alimentos saludables y hacer más ejercicio, pero la mayoría no logra cambiar su conducta durante el tiempo suficiente.

Los especialistas les indican que cambien sus hábitos de vida y aumenten su gasto calórico. Aunque es un consejo correcto, el cambio de hábito de vida es muy difícil, especialmente para las personas con un perfil cognitivo de obesidad.

La obesidad se genera por la interacción entre una predisposición genética específica y el ambiente actual, que es “obesógeno”. Se argumenta que nuestros viejos genes no pueden manejar una cultura tóxica como la actual, en la que la industria alimentaria comercializa agresivamente sus calorías baratas, ampliamente disponibles.

Las calorías no solo se consiguen fácilmente, sino que también son muy gratificantes: las comidas chatarra son procesadas, saturadas en grasas, azúcares o sal, que es lo que gusta a la mayoría de las personas. Son reforzadores muy deseados que provocan fácilmente una alimentación gratificante o “hedonista”.

La causa fundamental de la obesidad o el exceso de grasa corporal es que el consumo calórico excede las necesidades calóricas. Además de la enorme disponibilidad de alimentos hipercalóricos, el desarrollo tecnológico actual fomenta totalmente el sedentarismo: casi todo se puede hacer con el automóvil, la computadora o el smartphone.

Si bien la obesidad se considera una respuesta normal a la sociedad moderna, especialmente en individuos predispuestos genéticamente, es un problema sanitario global. Su prevalencia es muy elevada. Hace décadas que se investigan las características genéticas y biomédicas de la obesidad por un lado y el ambiente que facilita la sobrealimentación por el otro. A pesar de que se sostiene que una interacción desafortunada de genes y ambiente predispone a la obesidad, la solución más frecuente que dan los especialistas para la obesidad es relativamente sencilla: cambie sus hábitos de vida.

Pero es difícil cambiar el medio ambiente, incluida la industria alimentaria, como así también los genes. Muchos suponen que si las personas saben qué hacer, lo pueden hacer; pero esto es un error. La mayor parte de los intentos de un obeso de hacer dieta, a la larga, deriva en fracaso: muchos adelgazanun poco y con frecuencia terminan con más kilos de los que perdieron inicialmente. Son necesarios conocimientos sobre los mecanismos cognitivos que se asocian con estas características a fin de un cambio de conducta eficaz.


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