viernes, 7 de julio de 2017

Oler comida engorda, según nuevo estudio


Andrew Dillin y Céline Riera, científicos de la Universidad de Berkeley de California, publicaron un revelador estudio en la revista Cell Metabolism sobre la influencia del sentido del olfato en la acumulación de grasas.

Concluyeron que existe relación entre el olor de la comida y el metabolismo, lo que influye en el aumento de peso.

Según explica la web Gizmodo, Dillin y Riera utilizaron terapia genética con el fin de anular las terminaciones nerviosas de un grupo de ratones, privándoles del sentido del olfato durante tres semanas. Después, les dieron de comer una dieta rica en grasas. Junto a ellos había un grupo de control formado por ratones con el sentido del olfato intacto.

La pérdida del olfato no influyó de ninguna manera en el apetito de los roedores pero si se evidenció que los ratones que no podían oler la comida solo captaban un 10% de la grasa adquirida por sus compañeros, es decir engordaban menos.

En un segunda prueba, decidieron anular el sentido del olfato en roedores con problemas de obesidad, consiguiendo que su índice de grasa corporal baje a niveles normales.

En un último test, usaron a ratones con características de un olfato superior al de un roedor normal. En este caso los primeros ganaron mucho más peso.

El estudio aclara que todas las variaciones de peso corresponden solo a grasa corporal, no a masa muscular u ósea.

"Los sistemas sensoriales juegan un papel crucial en el metabolismo. Ganar peso no es solo una cuestión de cuántas calorías se ingieren, sino de cómo se perciben esas calorías. Si podemos demostrar esta hipótesis en humanos, quizá podamos desarrollar un fármaco que interrumpa ese circuito metabólico sin afectar al sentido del olfato", señala Dillin, uno de los autores del estudio.

La hipótesis

Los estudiosos creen que la relación con el olfato tiene que ver con el metabolismo. Los ratones que no olían la comida mostraban un mayor ritmo metabólico. Es decir que quemaban grasas más rápidamente.

La hipótesis de Dillin y Riera es que, el olfato indica al organismo cuándo vamos a comer, preparándose para recibir alimentos.

Cuando no la olemos, el cuerpo cree que ya la hemos comido o aún no ha llegado el momento de comer, por lo que mantiene el ritmo metabólico normal y sigue quemando grasas.

El estudio solo se ha realizado con ratones, pero los autores creen que es probable que suceda lo mismo con seres humanos.

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